En una entrada reciente publicada el 11 de mayo de 2025 en el blog 3-Star Learning Experiences, el Profesor Paul A. Kirschner —reconocido investigador en el campo de la psicología educativa y el diseño instruccional— comenta un estudio relevante que desafía una creencia persistente en el ámbito educativo digital: la idea de que “el medio no es el mensaje”.
El estudio en cuestión, desarrollado por Jensen, Roe y Blikstad-Balas (2024), analizó el comportamiento lector de estudiantes noruegos de octavo grado al enfrentarse a textos en papel y en pantalla. El diseño metodológico fue riguroso, combinando seguimiento ocular (eye-tracking), entrevistas cualitativas y pruebas de comprensión, lo cual permitió obtener evidencia multifacética sobre las estrategias lectoras y sus resultados.
Los hallazgos son contundentes: los estudiantes comprenden significativamente mejor los textos cuando los leen en papel. La lectura en pantalla se asocia con una menor profundidad, más transiciones entre el texto y las preguntas (lo que se interpreta como fragmentación cognitiva), y una percepción errónea del propio desempeño por parte de los estudiantes. Es decir, no solo leen peor en digital, sino que no son conscientes de ello.
Kirschner plantea, con la claridad que lo caracteriza, que estos resultados no deberían ser sorprendentes, aunque sí preocupantes. En su análisis, señala que el mito de la neutralidad del medio ha sido promovido sin suficiente respaldo empírico. La preferencia declarada por la lectura digital —expresada por muchos estudiantes— no se traduce en mejores resultados, y eso debería bastar para cuestionar prácticas educativas que dan por sentada la equivalencia entre lo analógico y lo digital.
Este estudio es especialmente relevante en el contexto actual, donde la digitalización de materiales educativos avanza a gran velocidad, a menudo sin una reflexión pedagógica crítica. Como investigadores y docentes comprometidos con el aprendizaje significativo, debemos considerar con seriedad esta evidencia: el medio sí afecta el mensaje, y más aún, la manera en que ese mensaje es procesado cognitivamente.
En el ámbito de la tecnología educativa, esto no implica rechazar lo digital, sino asumir que no todos los medios son igualmente eficaces para todos los fines. Las interfaces digitales pueden ser poderosas cuando están diseñadas con base en principios cognitivos sólidos, pero también pueden dificultar procesos fundamentales como la comprensión profunda, la metacognición y la autorregulación lectora.
Este es un recordatorio oportuno de que el entusiasmo tecnológico debe ir acompañado de evaluación crítica y fundamentación científica. Como bien cita el profesor Kirschner: “No se trata de lo que los estudiantes prefieren, sino de lo que mejor les ayuda a aprender”.
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